miércoles, 31 de enero de 2007

FELICES Y ENGAÑADOS. (2ª PARTE)

Aquí está la segunda parte del artículo que prometí transcribir. Hoy va sin fotos ni nada, a pelo. Espero que no se aburra nadie. ...
En el caso de los norteamericanos, seguramente, la razón que les lleva a casi todos a creerse más ricos que los demás es la misma que nos lleva a casi todos a mentirnos. La importante y común, que consagra la Constitución: el complicado negocio de la felicidad. Sucede que aquellos que disponen de más renta experimentan un mayor nivel de bienestar que los pobres. No es que el dinero dé la felicidad. Es algo que suena peor: la felicidad la da tener más dinero que los demás. Si no podemos ser más que los demás, mejor creer que lo somos. Lo desolador es que la recreación es tan inevitable como la imposibilidad de los círculos cuadrados. No todos pueden ser, a la vez, más ricos que los demás. Para que haya algunos más altos ha de haber algunos más bajos y para que haya algunos más ricos ha de haber otros más pobres. De modo que si se trata de asegurar el bienestar de todos, y el bienestar tiene que ver con creerse más rico, siempre habrá alguien engañado. Además, resulta más sencillo creerse más rico que ser más rico. La conclusión se impone: como no podemos cambiar las cosas, mejor no enterarnos. Al menos mientras el bienestar tenga que ver con estar mejor que los demás y haya quien esté mejor que los demás. La recomendación cínica es difícil de resistir. Si lo que importa es el bienestar de las gentes, mejor que vivan engañados. Y deben ser bastante felices porque están bastante bien engañados. Creen formar parte de los privilegiados. Entre otras cosas porque no conocen a los privilegiados. Ignoran la profunda desigualdad en la que viven. Por precisar y hacerse una idea, que es como mejor se entienden las cosas. En lo que atañe a desigualdad, la relación entre EE UU y los países escandinavos es la misma que la que hay entre EE UU y México. Si se pudiera pasar de los datos a las percepciones, eso querría decir que sus valores morales sobre las injusticias distributivas de México no deberían ser muy diferentes a la que los escandinavos podrían tener sobre las suyas. Toca repetirlo: cuando la realidad es ingrata, mejor recrearla. Una conclusión que resultaría ininteligible para la mayor parte de los que han reflexionando en serio sobre el peliagudo asunto de la felicidad. Hay razones para dudar, con los griegos, de que ser pueda ser feliz, cuando la vida se edifica en la ficción o la mentira. Para ellos, un engañado feliz forma parte del club de los solteros casados y los círculos cuadrados. Manejarse con destreza en el oficio de vivir requiere disponer de las mejores herramientas, claridad en los destinos, precisa cartografía para saber dónde estamos y brújula bien calibrada para llegar a donde queremos. Eso no quiere decir que la buena información asegure la felicidad. Pero sí que la ignorancia y la mentira no hay felicidad posible. Pero hoy los griegos ya no se llevan y, sobre todo, a partir de los datos, el dilema parece inexorable: los norteamericanos nunca podrán a la vez estar informados y ser felices. Si no hay ricos sin pobres y si el bienestar aumenta al sentirse más rico que los demás, hay que elegir: ignorantes o dichosos. Eso sí, sin olvidar que el día que la ficción se derrumba, la infelicidad está asegurada. El día que descubran que no hay círculos cuadrados. Y las mentiras, bien lo sabemos, siempre se acaban descubriendo. A la larga, lo inexorable es la frustración.
Este es un artículo sin moraleja. No caben las recomendaciones en los dilemas sin solución. La única manera de evitarlos es modificar los supuestos que no arrojan a ellos. Por ejemplo, cortar el vínculo entre el bienestar y el “y yo más que tú”. Se imponen, entonces, las dos preguntas de siempre: ¿Es posible? ¿Es conveniente? Sobre la primera sabemos algunas cosas. Por ejemplo, que antes que bestias egoístas los humanos tenemos disposiciones cooperativas. Y no es buenismo, si no antropología solvente, con avales evolutivos, al menos con más avales que ciertas lecturas apresuradas y sombrías de divulgadores científicos. Sobre la segunda, también: nuestra maquinaria social funciona –y alienta- el combustible del “y yo más que tú”. Vamos, que si la máquina tiene que seguir en marcha, mejor no jugar con ocurrencias. Es lo que hay. Lo dicho y aunque no lo parezca: sin moraleja.

3 comentarios:

  1. Esto merece un 10.
    Viva el Blog.

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  2. y tu te mereces otro 10. Merci, mon ami. Subsanado el problema de los comentarios, no?.
    Besos y Viva el Blog

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  3. muchas gracias esta de lujo este articulo y si, tal cual ¿como no lo habia pensado? no es facil pensar con todo el mundo enfocado a la enajenacion

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