jueves, 14 de junio de 2007

¿ Y SI NOS VAMOS A AUSTRALIA?

Aquí estamos de nuevo. Despues de un montón de días sin dar señales de vida en el blog, regreso transcribiendo un artículo que muestra como las cosas simplemente pueden ser "de otra manera". Y si no, practicad un poco el inglés en la página web oficial de la ciudad protagonista del artículo o bien en la del profesor que subscribe el mismo.
Y después, si os apetece envenenaros un poquito, pensad lo que daríais por estar empadronados en ese municipio.
Bueno, saludos a todos, perdón por la ausencia y, preparaos para leer un montón de "movidas" que se me van ocurriendo. También habrá fotos, ya que hace muy poquito volvimos a Amsterdam y alguna hay que merece la pena colgar aquí o en flickr, así que, SALUD Y SUERTE.
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SONRISAS ILIMITADAS Peter Singer
Catedrático de Bioética en la Universidad de Princeton y Laureate Profesor en la Universidad de Melbourne. Traducción de Jesús Cuellar Menezo © Project Sindicate, 2007 Publicado en el Diario El País. Si usted caminara por las calles de su barrio mirando a la cara y con expresión expectante, ¿cuántos transeúntes le sonreirían o saludarían de algún modo?. La sonrisa es una práctica universal del ser humano, aunque la disposición a sonreír a desconocidos varía en cada cultura. En Australia, donde no es infrecuente ser abierto y amable con los desconocidos, la ciudad de Port Phillip, un área que cubre algunos de los suburbios costeros de la ciudad de Melbourne, se ha servido de algunos voluntarios para averiguar con qué frecuencia sonríe la gente a las personas que se cruza en la calle. Después instaló señales que parecen indicar límites de velocidad, pero que dicen a los transeúntes que están, por ejemplo, en una “Zona de 10 sonrisas por hora”. ¿Una frívola tontería? ¿un desperdicio del dinero de los contribuyentes? Según la alcadesa Janet Bolitho, lo que se intenta con las señales es animar a la gente a sonreír o a decir “G’day” –el saludo más corriente en Australia-, tanto a sus vecinos como a los desconocidos que se encuentran al pasear por la calle. Sonreír, añade, fomenta una mayor conexión entre las personas y una mayor seguridad, de manera que reduce el miedo a la delincuencia, un elemento importante para la calidad de vida de muchos barrios. El Consistorio, en una iniciativa afín, destinada a que los residentes se conozcan, también facilita las fiestas callejeras. Deja que la población local se ocupe de los pormenores, pero le ofrece asistencia organizativa, presta barbacoas y sombrillas, y cubre los seguros de responsabilidad civil. Multitud de personas que llevan viviendo muchos años en la misma calle se encuentra por primera vez en esas reuniones. Todo esto forma parte de un programa global que pretende calibrar cómo cambia la calidad de vida de una ciudad, con el fin de que el Ayuntamiento pueda tener un mejor conocimiento de si está llevando a la comunidad en una dirección deseable. Las autoridades que quieren que Port Phillip sea una zona sostenible, no sólo medioambientalmente, sino desde el punto de vista de la equidad social, la viabilidad económica y la vitalidad cultural. Port Phillip se toma en serio la figura del buen ciudadano del mundo. En lugar de considerar que tener un coche es una muestra de prosperidad, la ciudad acoge con entusiasmo la reducción del número de vehículos –y el incremento de la utilización del transporte público-, como signo de que disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero, fomentando al mismo tiempo una forma de vida más sana en la que la gente tienda más a caminar o a ir en bicicleta. La ciudad también busca proyecto de edificios que consuman menos energía. Algunos entes locales consideran que su papel es proporcionar servicios básicos como la recogida de basuras y el mantenimiento de las vías públicas, además, evidentemente, de recaudar los impuestos para sufragarlos. Otros promueven la economía de la zona, fomentando la instalación de industrias en su suelo, para así incrementar el empleo y las bases imponibles. El Ayuntamiento de la ciudad de Port Phillip adopta una perspectiva más amplia y a más largo plazo. Quiere que los que vivan en la localidad una vez desaparecida la generación actual dispongan de las mismas oportunidades de disfrutar de una buena calidad de vida que los residentes actuales. Para proteger esa calidad de vida debe poder calibrar los muy diversos aspectos que la fomentan, y la simpatía es uno de ellos. Para muchos gobiernos, tanto nacionales como locales, prevenir la delincuencia es una prioridad mucho mayor que promover la simpatía y la cooperación. Sin embargo, como el Prof. Richard Layard, de la London School of Economics, ha señalado en su reciente libro Happiness: Lessons from a new science, fomentar la simpatía suele ser fácil, barato y puede tener grandes beneficios, al hacer feliz a la gente. Entonces, ¿por qué no debe ser éste un objetivo de las políticas públicas? Hay experiencias positivas muy pequeñas que no sólo pueden conseguir que las personas se sientan mejor consigo mismas, si no que sean más serviciales con los demás. En la decada de los 70, las psicólogas americanas Alice Isen y Paula Levin realizaron un experimento en el que ciertas personas seleccionadas al azar hacía una llamada de teléfono: unas encontraban una moneda de diez centavos olvidada por otro usuario y otras no. A continuación, a todos estos individuos se les daba la oportunidad de ayudar a recoger una carpeta con papeles que se le había caído delante de ellos. Según Isen y Levin, de los 16 que se encontraron la moneda, 14 ayudaron a la mujer, mientras que de los 25 que no la encontraron, sólo uno lo hizo. En este mismo sentido, otro estudio descubrió una diferencia similar respecto a la disposición de envíar una carta con señas escritas olvidada en la cabina telefónica: los que encontraron la moneda eran más proclives a enviarla. Aunque investigaciones posteriores han puesto en duda la existencia de estas drásticas diferencias, no se discute mucho que estar de buen humor hace que la gente se sienta mejor consigo misma y que sea más propensa a ayudar a los demás. Los psicólogos califican esta tendencia de “resplandor de la buena voluntad”.
¿Por qué tomar pequenas medidas que puedan producir ese resplandor no ha de formar parte de la labor del gobierno? Aquí tenemos una prueba de éxito: en el último año y medio la proporción de personas que te sonríe en Port Phillip ha pasado del 8% al 10%.

2 comentarios:

  1. Me alegro de que esto se ponga en marcha de nuevo. Yo he sido fiel al blog, pero la soledad de dar lectura a los mismos articulos me estaba convirtiendo en un potencial transfuga de blog, pero no, he aguantado y ha merecido la pena, así que comentemos.
    Lo de la sonrisa es muy bueno, pero siendo serios y queriendo tener los pies en el suelo, es una barbaridad. Para mi, la sonrisa forma parte de la ley natural, que no necesita más, es porque es. Nadie necesita nada, para saber que no se mata, ni leyes, ni cursillos, ni estudios, en fin nada de nada. Así que la sonrisa para mi, es una virtud incuestionable. Pero claro, si me lo tienen que recordar y me tienen que condicionar para que lo haga o es bueno que sea verdaderamente consciene de sus parabienes, dejará de ser una virtud, y claro, nuevamente abremos perdido. Joder que dejen de inventar cositas, que la sonrisa es buena, buenisima, pero necesitamos alternarla para que su eficacia siga siendo la alegría del que la da y del que la recibe. Viva el Blog.

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  2. De acuerdo con tu punto de vista, pero: ¿partes de TU realidad o bien, de LA REALIDAD?. Piénsalo y mira a tu alrededor, lo mismo percibes que lo que para muchos de nosotros es una obviedad para otros tantos no lo es. No creo que el artículo circule en torno a la idea del condicionamiento. Pero si así fuera: ¿no nos condicionan constantemente a sentir recelo, miedo, desconfianza, etc? todas ellas facetas de la personalidad que también son consustanciales al género humano pero que por desgracia marcan el comportamiento de muchos ciudadanos.

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