MI CIUDAD

ESTA ES UNA ENTRADA CORRESPONDIENTE A MI PRIMER INTENTO DE HACER UN BLOG. COMO PUEDE OBSERVARSE, EL HUMOR NO LO TENÍA LO QUE SE DICE A FLOR DE PIEL. MÁS BIEN LA MALA LECHE. POR ESO, Y PARA CONTRARRESTAR, INCLUYO UNA FOTO DE ESA CIUDAD QUE ME IRRITA Y ME GUSTA A LA VEZ.

Vivo en una ciudad en la que no puedo usar la bicicleta porque no existen los cientos de metros de carril-bici prometidos por el actual gobierno municipal en las pasadas elecciones. Vivo en una ciudad en la que además, si osas aventurarte en sus calles con tu bicicleta, tendrás que contar con un aparcamiento privado en cada esquina, pues dejarla aparcada en la calle es sinónimo de que te sea sustraida impunemente (al parecer, las mafias bicicleteras les endosan un chip a cada una, recien salidas de la tienda, y con el localizador las mangan a gusto y sin problemas).

Bien, sigo. Vivo en una ciudad en la que pago religiosamente impuestos municipales por la vía ordinaria pero también engroso las arcas a través de la "extorsión legal" que perpetra la policia municipal cada vez que se le deja un palmo de terreno. Me quejo porque esta extorsión solo es practicada sobre ciudadanos que por aspecto, vehículo y talante dan el retrato robot de pardillo-con-educación-que-se-traga -la-multa-sin-rechistar-y-no-provoca-escandalos. Sin embargo, en esta ciudad en la que vivo se pasean con toda la tranquilidad del mundo menores sin camisetas sobre ciclomotores robados, sin seguro y con escape libre, y con armas blancas blandidas en semáforos inútiles (no los respetan) y pasos de cebra (no saben lo que son, las únicas rayas blancas que conocen son las que esnifan sus padres en los cuartos de baño de los pisos de protección oficial que esta ciudad pone a su disposición). Los policias municipales los ven pasar con parsimonia y desdén, quizá debido al fuerte azogue de sus aerodinámicas gafas de espejo o bien porque están pensando simplemente en que se van a gastar su abultado sueldo proporcionado servilmente por los contribuyente.

Y sigo. Vivo en una ciudad en la que se reservan aparcamientos para los residentes de determinadas zonas. Para poder gozar de alguno de ellos, el ciudadano debe entregar un cartapacio de documentos parecido al que se entrega en el banco cuando va se va a pedir una hipoteca (no te piden el certificado de penales de chiripa). Tras esta solicitud y su posterior, minucioso y lento estudio, por fin, se te concede una tarjeta de residente para tu coche. Cuando llegas alegre a la zona indicada te encuentras con que todos los aparcamientos reservados están ocupados por vehículos que no tienen la tarjeta. Consultando a la autoridad callejera "pitufil" la única respuesta educada (cuando tienes la suerte de dar con alguno que sabe hacer algo más que la "o" con un canuto) es que ellos no pueden hacer nada, solo multarlos, y claro, como nadie paga las multas...